miércoles, 9 de febrero de 2011

Reflexiones sobre el objeto de estudio de Arquitectura

1)        Resumen:
El ensayo pretende reflexionar desde el momento histórico actual, sobre la posibilidad de lanzar algunas ideas para desplazar el objeto de estudio de arquitectura desde el espacio arquitectónico hacia los lugares que lo constituyen y con ello acostumbrarnos a utilizar una hermenéutica interpretativa generalizada para hacer arquitectura en cualquier contexto cultural. El resultado de su aplicación solo podrá ser una arquitectura mucho más adecuada e innovadora de la que generamos hoy en nuestro país.

2)        Palabras Claves:
Lugar, teoría, arquitectura, hermenéutica.

3)        Introducción
El país está viviendo una confrontación extrema. Esta es en el fondo de tipo cosmovisivo, es decir son visiones distintas de la realidad que no avanzan ni se resuelven porque no estamos ni acostumbrados ni preparados para incorporar otros recursos que posibiliten un diálogo intercultural no solo para los sectores en pugna sino para la actividad profesional en cualquier rama del conocimiento. En la arquitectura sucede que los alumnos reciben una formación con una sola visión de la realidad. La suya. Pero hay que considerar que nuestros alumnos van a trabajar posteriormente en un medio pluricultural y si no construimos en conjunto un procedimiento que abra esta posibilidad les estamos restringiendo su campo profesional exclusivamente a su medio social y cultural o de clase social al que pertenezca. La reflexión que viene a continuación hace una indagación en éste sentido y propone una hermenéutica posible para encarar este desafío en el marco de la teoría y de un desplazamiento del objeto de estudio de los arquitectos hacia los lugares y todo una constelación de saberes que están relacionados con ellos en otros campos del conocimiento y nos permite incorporarnos al pensamiento complejo que es capaz de colaborar para situarnos  mejor en los problemas y resolverlos adecuadamente.
 
4)        Desarrollo
Si se caracteriza la arquitectura como una totalidad, esa totalidad es holótica [1] en tanto sea correspondiente a la teoría de los todos y las partes. Si bien se pueden concebir partes de todo tipo según el criterio que se adopte, vamos a desmontar en esta primera parte de la reflexión, un antiguo criterio ontológico de origen filosófico griego que concebía las cosas del mundo compuestas de partes en dos órdenes, el orden material y el formal [2]. De ahí, entonces, que materia y forma constituyeron la primera partición con la que se pudo pensar una cosa. Y más aun, la noción de forma, en el diccionario de semiótica [3], nos aclara que “forma ha heredado de la tradición aristotélica un lugar eminente en la teoría del conocimiento presentándose en ella como opuesta a materia −que “informa”, a la vez que “forma” el objeto cognoscible−. La forma es lo que garantiza su permanencia e identidad. En esta acepción fundamental, la forma está próxima a nuestra concepción de estructura (cf. Gestalt)” dice el diccionario.

Cuando el concepto de forma se aplica a los (conceptos e ideas), la materia que ella informa se encuentra progresivamente interpretada −por un deslizamiento semántico− como el “sentido”, el “contenido”, el “fondo”, y da lugar así, a las dicotomías consagradas por el uso cotidiano como contenido-forma.

Si nos colocamos en el ámbito artístico, una obra de arte se la puede pensar constituida, correlativamente, de contenido y forma, asignándole al Contenido la polifacética realidad en su peculiaridad estética, usualmente del hombre, las relaciones humanas y la vida de la sociedad. La forma, en éste ámbito, es la organización interna, la estructura concreta de la obra artística, la cual se crea aplicando recursos específicos de expresión y representación. Aquí forma es comparable y casi sinónima de expresión para poner de relieve y plasmar el contenido. Los elementos del Contenido son el tema y la idea que expresa la esencia de los fenómenos de la realidad, mientras que para la forma se pueden mencionar entre otros a la composición y recursos expresivos como el ritmo, la armonía, el color, estilo, línea, dibujo, volumen, tectónica, etc., como elementos de la forma.

La necesidad de descomponer el todo en partes no es solamente un juego de la mente, o un recurso banal y sin sentido en la construcción de una teoría. Según las partes en que dividamos al todo para aprehenderlo y para construir una estructura conceptual organizada y jerarquizada así será la calidad, la efectividad y la potencia de la teoría que podamos concebir para un objeto de conocimiento que, toda disciplina cobija, en el campo del conocimiento en el que se despliegue.

En los planes de estudio por materias de casi todas las carreras de arquitectura existe la materia de Teoría de Arquitectura donde se provee una frecuencia que va desde un solo periodo académico para la teoría, a una materia por cada periodo del currículo. El Contenido de ésta materia es muy diverso y está en función del enfoque y del requerimiento de las demás materias en su conjunto, pero lo que está en la base del problema son los contenidos que no han avanzado substancialmente desde los años 70s y 80s del siglo pasado. Mientras que los desarrollos tecnológicos en maquinaria, materiales y procesos constructivos han tenido en el mundo un desarrollo importante y la incorporación de sofisticados programas de computación, hacen posible el diseño de cada vez más grandes y complejos edificios, la teoría que normalmente guía las prácticas de concepción y de construcción ha quedado rezagada y los docentes de teoría hemos tenido que regresar a la época de oro del funcionalismo racionalista de principios del siglo pasado.

Habrá que preguntarse si una Teoría de Arquitectura para el presente puede elaborarse a partir de las nociones de <Contenido y forma> o habrá que encontrar otras nociones y, también si estas acogen la totalidad de los componentes requeridos que integran al objeto de estudio y de trabajo de los arquitectos.

Todo arte, técnica o ciencia se diferencia de los demás porque ha establecido, aunque esto no es permanente y eterno, un objeto de estudio propio y distinto de los otros objetos de estudio en los demás campos del conocimiento. Una vez resuelta ésta necesidad y de acuerdo a cómo se ha caracterizado, se pueden consolidar las partes que lo constituirán por un proceso de diferenciación cada vez más singular y más jerárquico. El resultado es un árbol en cuya cima se encuentra el concepto más general, abstracto y jerarquizado que contiene, en los siguientes peldaños, a los otros conceptos. Este es un mapa ideal de contenidos que el objeto de estudio ha dado origen y que contiene todas las partes que es posible identificar en forma lógica, ontológica y gnoseológica del objeto. Pero, si bien esto es racionalmente correcto y tiene una base en el método filosófico cartesiano [4], hoy es inaceptable seguir aplicándolo cuando nos colocamos en un pensamiento que pretende salirse de la clásica visión de la realidad y el conocimiento, pura y exclusivamente simplificador, racionalista, uni-causal, siendo que la realidad es compleja y múltiple [5].

El problema que plantea el enfoque anterior consiste en que el objeto propio está centrado en sí mismo y se desarrolla exclusivamente para sí mismo por un recorte de exclusión en una forma arbórea jerarquizada y aislada. Cuando miramos al objeto inserto en un Contexto múltiple y complejo (aquí habrá que entender contexto como entorno físico o de situación, ya sea político, histórico, cultural, en el cual se considera un hecho), una estructura arbórea y cerrada no encaja fácilmente y no es conforme con la realidad. Entonces tenemos que transformar el árbol en una matriz abierta con conexiones diversas hacia otros campos del conocimiento que permitan incluir aspectos externos, hasta donde determinemos, y con ello verificar si su centralización y jerarquía permanecen vigentes.

Ya se ha realizado una excelente propuesta de una teoría de la arquitectura en el esquema anterior por Christian Norberg-Schulz [6]. A la noción de Contenido, el autor le ha asignado el <Cometido de un edificio>, es decir su finalidad, el para qué está hecho el edificio o lo que Vitrubio [7] caracterizaba como “utilitas” y que debe abordar varios requerimientos. El de un adecuado control físico con el medio, un adecuado funcionamiento o funcionalidad, una coherencia con el medio social en el que se ubicará pudiendo utilizar para ello, la simbolización de unidades culturales en su expresión arquitectónica.

El capítulo Forma, en éste texto, aborda el tema desde un enfoque estético identificando primero elementos de la forma arquitectónica en base al desarrollo que ha seguido ésta en la cultura occidental en Europa hasta los años 60s que es cuando se escribe el libro. Luego las relaciones de los elementos entre sí para desembocar en la estructura formal y los estilos. Naturalmente que forma está íntimamente relacionada con belleza y con ella a la idea de Vitrubio de “venustas” incorporando en éste caso un enfoque estructural de la forma con la noción de Gestalt de la psicología de la percepción de principio del siglo pasado que constituye un avance irrenunciable.

Hasta aquí se advierte una correspondencia bastante ajustada con las partes del todo del inicio. Pero el todo en arquitectura requiere una parte más y es aquella parte que tiene su origen en la “firmitas” de la triada de Vitrubio y que tiene que ver ya no con el carácter de obra de arte de la arquitectura sino con su carácter técnico e ingenieril y constructivo. Entonces aparece el tercer componente de <Técnica> abordado aquí bajo el enfoque de sistemas estructurales originarios básicos y puros con los que se ha concebido y construido las obras de arquitectura desde su origen. Ellos son el sistema masivo y el de esqueleto. Pero los desarrollos posteriores en la tecnología de la construcción, sobre todo en hormigón armado, han utilizado un tercer sistema que Norberg-Schulz no incorpora, el sistema laminar. Y recientemente, en el siglo que comienza aparece a mi juicio un sistema esencialmente distinto de los tres anteriores, que estaban en un paradigma reductivo unitario y simple, en otro múltiple y complejo en el que se están construyendo las últimas obras de arquitectura como el museo Guggenheim de Bilbao, por citar un solo ejemplo que lo representa. A éste sistema lo he denominado en plural “sistemas complejos de alta tecnología” porque no solo combinan los tres anteriores sino que además dan un salto cualitativo al mundo de las posibilidades sin fin en materiales y tecnologías específicas y sus combinaciones para cada caso, que estos sistemas complejos inauguran.

Habiendo identificado y caracterizado los tres componentes básicos con los que es posible pensar la arquitectura y construir una teoría de la arquitectura, Norberg-Schulz incorpora un elemento teórico fundamental que no es un componente ontológico de la totalidad arquitectónica sino que es un recurso articulador entre componentes que le permite ingresar en el tema olvidado del significado que la articulación de componentes abre necesariamente. Él lo denomina <La Semántica> que es la parte de la semiótica que estudia el significado de las entidades, que comenzó con la lingüística pero que en el mundo globalizado actual, se empieza ha re-conocer la presencia de mensajes que comunican, en la cultura visual actual, en casi todas las cosas, los comportamientos y los objetos en general y, la arquitectura no se puede excluir de ello. Él utiliza la semántica para determinar el sentido que adquiere la particular combinación de cada elemento en la totalidad arquitectónica invirtiendo el proceso analítico anterior y determinando como cada componente participa de la totalidad. De ahí que se pueda afirmar –como lo hace él− que “la técnica tiene un valor causal frente al cometido y la forma” o, que “la técnica tiene una similaridad estructural con la forma” o, que “hay una correspondencia no unívoca entre cometido y forma”, [8] etc.

 Figura 1 Dimensiones de la Arquitectura.  Esquema de elaboración propia que representa los contenidos para una teoría de la arquitectura propuesta por Christian Norberg-Schulz  y actualizada por el autor en base a los desarrollos tecnológicos recientes.

Reconociendo la seriedad y profundidad teórica que este planteo tiene y, con las actualizaciones que he propuesto y que se pueden seguir discutiendo, es necesario preguntarse nuevamente si es conveniente mantener el enfoque y los contenidos propuestos por Norberg-Schulz en la enseñanza de la teoría de arquitectura o ya es necesario elaborar otra teoría. Para responder a la pregunta planteada hay que incorporar otros elementos en la reflexión.

¿Qué es lo que esencialmente hace a un espacio arquitectónico y permite que lo reconozcamos como tal de entre los demás espacios, si es que el espacio podemos tomarlo como objeto de estudio del arquitecto? Primero que está organizado como espacio arquitectónico y esto significa que establece unas relaciones específicas entre sus componentes para que ese algo sea un espacio arquitectónico. El asunto es ¿cuales son esos componentes y relaciones? Podemos recurrir a la teoría mencionada anteriormente y afirmar que ese espacio arquitectónico tiene un cometido, una forma y ha sido construido en uno de los sistemas citados. Pero esto es tan general que sirve también para los puentes, las sillas, las carreteras, los automóviles, etc., y estos no son espacios arquitectónicos. ¿Qué es lo esencial, entonces, de una unidad de espacio arquitectónico? Que sea un espacio habitable, que tenga un límite construido, que tenga, en el límite, alguna manera de acceder al interior y de comunicarse o relacionarse con el exterior, que se puedan ingresar y distribuir muebles y objetos en general en el interior. Todas estas son condiciones mínimas para que la vida del ser humano devenga en la arquitectura y constituyen características del cometido de una habitación, pero ¿de qué? De un espacio concreto y dinámico y de una membrana que lo delimita (en el sentido lato) y le permite algún intercambio con el exterior. Por un lado podemos ver unas tensiones que el espacio produce y son la condición de posibilidad de un borde, y por otro, un borde con características de membrana que son las condiciones de posibilidad de un espacio dinámico, y esa interacción es la que le otorga su identidad como unidad. [9]

Figura 2 Componentes del Espacio Arquitectónico. Esquema de elaboración propia, que representa los componentes de una unidad de espacio arquitectónico en una relación dialéctica de opuestos complementarios, caracterizada como “condición de posibilidad” entre componentes.
 
¿Por qué digo que ese espacio es dinámico? Porque no es un vacío solamente, porque no es nada, siempre tiene algo, independiente del límite que lo constituye, ese espacio tiene una forma interna y forma hay que entender como un principio dinámico que lo adjetiva de tal manera que el espacio arquitectónico siempre está sometido a fuerzas que lo tensionan ya sea hacia el equilibrio o en una o más direcciones y le otorgan cualidades objetivo-subjetivas e imaginarias que siempre están relacionadas con el sujeto, con lo que es el sujeto, con sus emociones y con su manera de entender el mundo. Además, este espacio dinámico, siempre nos in-forma inmediatamente como usarlo, por donde caminar, donde situarse, a veces nos acoge otras nos expulsa, pero nunca es neutro y esto se debe a que siempre contiene objetos [10] y asientos [11] en una suerte de estructuras de colocación y distribución que configuran lugares en esa unidad de espacio arquitectónico.

¿Qué será lo que diferencia un espacio arquitectónico de un lugar? Ambos ocupan un espacio limitado y con una extensión determinada pero la naturaleza del límite es distinta para uno y otro. Mientras que el límite del espacio arquitectónico es material, está construido, el límite del lugar es de otra naturaleza, no se ve pero se sabe que está ahí, se siente su presencia o se lo puede concebir como virtual a la manera de una burbuja inmaterial que envuelve cada lugar. Otra de sus características es que un lugar no puede prescindir de objetos y asientos, que lo organizan, tomados estos, en el sentido más genérico posible, como clasificación categorial que agota las cosas presentes en un lugar y que están organizados en estructuras de colocación y distribución.

Si bien la arquitectura se la puede pensar como la relación entre ese espacio dinámico y sus límites, habrá que aceptar que siempre esa organización arquitectónica acoge y posibilita lugares en ella porque una es definitiva y duradera en su naturaleza material mientras que los lugares son más efímeros, más circunstanciales, están ligados con los acontecimientos de la vida, pueden cambiar sin que cambie la arquitectura y se despliegan en el interior de sistemas de organización cuyo límite está dado por todas sus posibilidades y se asemejan a las estructuras del lenguaje en el que los lugares agotan esas posibilidades también. [12]

Entonces podemos convenir que el espacio arquitectónico está compuesto de un sistema de lugares y que los lugares son el resultado de estructuras de colocación y distribución de objetos y de asientos y cuyos límites son virtuales. Ya que no podemos medir un lugar, la manera más eficaz de aprehenderlo es a través del discurso, porque todo lugar se lo puede nombrar, describir, se puede hablar de él, y estas operaciones de designación, descripción, discurso, despliegan un campo donde están los lugares, un logos que se va construyendo colectivamente y culturalmente, y donde se agotan todas sus posibilidades con las potencialidades del lenguaje en todos sus géneros desde el filosófico hasta el poético, para el deleite del espíritu humano cuando se refiere a los lugares.

Entonces los lugares se podrían pensar como unidades culturales que surgen del recorte particular que cada cultura efectúa sobre el mundo y le da un nombre y se inserta en la malla de su sistema cultural en la casilla que le corresponda topológicamente de acuerdo a la valoración que le asignan en relación con las demás unidades culturales del sistema. Ahora sí, podemos rescatar la idea del inicio de esta reflexión de contenido y forma y aplicarla a los lugares en  otro contexto; el de la semiótica es decir en una teoría de los códigos de las unidades culturales LUGARES como significado que emerge de una función que relaciona contenido y expresión en unos campos semánticos propios de cada cultura como lo propone Umberto Eco en su tratado. [13]
 
Este carácter del lugar como posibilidad de un hecho enunciado, produce una apertura de tal magnitud que se la puede apreciar por la profundidad y extensión que libera en el proceso de diseño innovador de ambientes y espacios arquitectónicos y urbanos. Se convierte en una hermenéutica [14] de generación de nueva arquitectura, o para un medio plurinacional como el nuestro, en el diseño de espacios arquitectónicos apropiados para cada nacionalidad, etnia, o grupo cultural o regional específico. Esta hermenéutica podrá ser generativa o deconstructiva según se aplique a una nueva arquitectura o a des construir la existente. Y por el hecho de compartir una misma hermenéutica, en una poderosa herramienta para el diálogo intercultural que nuestro país reclama actualmente.

Les sugiero analizar tres ejemplos ilustradores de este asunto. El primero es general en todo el mundo en el que unos técnicos intervienen en una comunidad con el propósito de contribuir a mejorar la calidad de vida de la misma. Se comprobó que, cuando un grupo de técnicos europeos fue al norte de África y encuentra un pequeño poblado de negros islamistas que poseían un solo pozo de agua en el que las mujeres de las familias se abastecían de agua todos los días para su uso doméstico y ritual acarreándola en vasijas sobre sus cabezas hasta sus respectivas casas, su intervención puede ayudar a mejorar o destruir una comunidad entera. Los técnicos decidieron que su contribución consistiría en conducir esa agua del pozo hasta cada uno de sus hogares por medio de cañería hasta una pila en el patio de cada casa. Se construye la red y se inaugura con una gran ceremonia y una fiesta con comida y bebida para todos.

Pasado un tiempo los técnicos regresan para ver cómo iba todo y encuentran que la comunidad ha comenzado un proceso de desestructuración que estaba afectando a las familias y a las mujeres en especial con un descontento generalizado. Después de algunos estudios todo apuntaba al agua y al pozo que antes era un lugar que no sólo permitía abastecerse de agua sino que para las mujeres era la única opción de salir de sus casas, de encontrarse con sus amigas, de charlar un rato, de chismear un poco, de comentar las novedades, etc.

Aquí queda claro que el pozo no era solo pozo de agua, era un lugar vital para las mujeres no solo por el agua sino por los intercambios sociales y culturales que eran tanto o más importantes que el agua y no se percibieron por haber “designado” inmediatamente ese lugar como /pozo de agua/ solo por su manifestación material visible y lo que no se vio era toda una constelación de acciones que giraban en torno al pozo y que lo constituían en “El Lugar” para las mujeres de esa comunidad. [15]
 
Segundo ejemplo. Si tomamos un ejemplo menos concreto, el de las necesidades básicas de todo ser humano para la vida, expresadas en actividades, que puedan considerarse como dato para el diseño apropiado en tipos arquitectónicos específicos, indagación que ha pasado hace algún tiempo por la cabeza de algunos arquitectos como preocupación teórica. Amos Rapoport [16] dice al respecto en su libro “Aspectos humanos de la forma urbana”: “Cualquier actividad puede descomponerse en cuatro aspectos:
  1. La actividad en sí: comer, comprar, beber, caminar.
  2. La manera específica de realizarla: Comer en un café, comprar en una tienda, sentarse en el suelo.
  3. Actividades secundarias adicionales: conversar mientras se compra, hablar mientras se pasea.
  4. Aspectos simbólicos de cada actividad: cocinar como ritual, comprar como ceremonia.

“Es precisamente la diferencia entre estos cuatro aspectos de las actividades, aparentemente simples de la vida cotidiana, la que origina la forma específica de los asentamientos humanos” y de los lugares en ellos, podría agregarse.

…”De la misma forma, las actividades, tal como han sido definidas antes, pueden ser un medio válido para entender el estilo de vida y asimismo los conceptos de sistema de valores, mentalidad, cultura, etc., e igualmente útiles para un análisis de la interrelación con el medio ambiente construido. Todo esto significa que los lugares urbanos pertenecientes a distintos grupos humanos tienen significado, simbolizan e indican una identidad social y que, por tanto, no son meros receptáculos de actividades” como lo pensó el funcionalismo del siglo pasado.

En arquitectura, esto nos conduce a diferenciar entre una cocina para cocinar y una cocina como objeto simbólico indicador de un status; una sala de estar para “vivir” y como “espacio sagrado”; una ventana como artefacto de ventilación y como medio de comunicación con la calle y con el paisaje; una calle como espacio de paso o como lugar para jugar al futbol o para vender o para realizar una fiesta con entrada folclórica y todo. Entonces, lo importante no es solo qué actividades se realizan en los lugares sino cómo se las realiza y qué sentido tiene para el que la realiza.

Tercer ejemplo. Tomado de “Un lenguaje de patrones” de Christopher Alexander et alt. [17]
Patrón 134. Visión Zen.

“La visión zen arquetípica se da en una famosa casa japonesa de la que hemos tomado el nombre de este patrón." Enuncia Alexander.

“Un monje budista vivía en una pequeña casa de piedra en las montañas. Lejos, muy lejos, estaba el océano, visible y hermoso desde las alturas. Pero no desde la casa misma del monje, ni desde el camino de acceso a ella. Sin embargo, frente a la casa había un patio rodeado por un grueso muro de piedra. Cuando uno llegaba, pasaba por un portillo y atravesaba diagonalmente el patio hasta la puerta de entrada de la casa. En el extremo más alejado del patio había una hendidura en el muro, estrecha y diagonal. El que atravesaba el patio pasaba por un punto en que su posición quedaba en línea con la hendidura por un instante y desde allí veía el mar. Luego dejaba de verlo en seguida y se encontraba con la casa.”

“¿Qué ocurre en ese patio? La visión del mar lejano está tan limitada que permanece viva para siempre. ¿Quién, después de disfrutarla, puede olvidarla nunca? Su poder no se desvanecerá. Incluso permanecerá viva hoy para ese hombre que habita allí y que la ha contemplado día tras día durante cincuenta años.”

“He aquí la esencia del problema de cualquier vista. Es algo bello y uno quiere disfrutarla y beberla a diario. Pero cuanto más abierta es, cuanto más obvia es y más estridente, antes se desvanece. Gradualmente pasa a formar parte del edificio como el empapelado de las paredes; y la intensidad de su belleza ya no será accesible a los habitantes.”

La recomendación que sigue es obvia. Pero de lo que se trata es de dejar de seguir aplicando modelos supuestamente universales a todas las situaciones con las que todo diseñador se enfrenta en cada momento y más bien hacer énfasis en la etapa de análisis de cada caso particular en cada situación con las respectivas aperturas a otros campos del conocimiento que siempre lo enriquecerán y con las consideraciones léxicas, etimológicas y semánticas que cada idioma proporciona. Un instrumento teórico como el planteado más arriba puede abrir esta posibilidad y los resultados pueden llegar a ser mucho más satisfactorios tanto para el destinatario como para el arquitecto que esté dispuesto a trabajar en este sentido. Por otro lado, creo que es éste el sentido que debe adquirir el estudiante de arquitectura no solo en la materia de teoría de la arquitectura sino en las demás materias que tengan que ver con el diseño arquitectónico apropiado para nuestra realidad.
 
5)     Conclusiones
De las reflexiones sobre el origen de los componentes de una teoría para la arquitectura concluimos que es un tema importante porque se sigue aplicando sin las precauciones debidas y desconociendo el sentido implícito que tuvo y tiene y es el principal obstáculo para los estudiantes cuando se enfrentan con él.

De la propuesta de Norberg-Schulz para una teoría de la arquitectura podemos concluir que, en primer lugar, es la mejor elaborada hasta el momento pero necesita actualizarse. El asunto es si la actualización va en el sentido de ponerla al día con los avances en la tecnología que permitan una comprensión  y explicación de la arquitectura actual en el mundo, o, considerando las necesidades más locales o regionales poner el énfasis en cuestiones distintas que surgen de la realidad misma y a las que la teoría debe poder explicar y dar respuesta de manera más adecuada.

Y por último, en relación al desplazamiento del objeto de estudio del arquitecto desde el espacio arquitectónico hacia el lugar, tiene, a mi juicio, muchas ventajas. En primer lugar adopta un enfoque para la teoría más contemporáneo. En segundo lugar advierte sobre la necesidad de no olvidar la contextualización de todo objeto de estudio en su contexto o entorno que puede ser social, cultural o religioso, o étnico y con ello la necesidad de apoyos teóricos de otras ramas del conocimiento. Y tercero, permite un instrumento teórico aplicable tanto en una situación occidental globalizada como la que pretenden algunos para el país, como en una situación mestiza, así como en otra cultura distinta a la nuestra por su carácter de apertura y de facilitación para el diálogo intercultural. El inconveniente es que todavía está como posibilidad en la que se está trabajando aún pero la necesidad es indiscutible. 

6) Referencias
[1] holo-. (Del gr. λο-). elem. compos. Significa 'todo'. Holoceno, holografía, holótico.
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[2] “Las partes formales son aquellas partes de un todo que conservan dependencia de la , de suerte que el todo pueda ser reconstruido o al menos codeterminado por esas partes formales…. Partes materiales, en cambio, son aquellas que no conservan la forma del todo.”
P. García Sierra, Diccionario Filosófico, Peñalfa Ediciones, (2000), Oviedo.

[3] A. J. Greimas y J. Courtés, Semiótica-Diccionario razonado de la teoría del Lenguaje, Editorial Gredos, (1982), Madrid, 182-183.

[4] R. Descartes, Discurso del Método y otros tratados, EDAF Ediciones, (1982), España, 50-51.

[5] E. Morin, El Método, el conocimiento del conocimiento, Ediciones Cátedra, (2002), Madrid.

[6] Ch. Norberg-Schulz, Intenciones en Arquitectura, Editorial Gustavo Gili S. A. (2001) Barcelona.

[7] M. Vitruvii Polionis, De Architectura libri decem, arquitecto latino del siglo I a.C. www.iespana.es/legislaciones/Vitrubio.htm

[8] Ch. Norberg-Schulz, op. cit.,109-115, ver acápite 5. La Semántica y Figura 1 “Dimensiones de la Arquitectura”, material visual de elaboración propia.

[9] ver Figura nº 2 “Componentes y Relaciones de una Unidad de Espacio Arquitectónico”.

[10] objeto. (Del lat. obiectus). m. Todo lo que puede ser materia de conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo. || 2. Aquello que sirve de materia o asunto al ejercicio de las facultades mentales. || 3. Término o fin de los actos de las potencias. || 4. Fin o intento a que se dirige o encamina una acción u operación. || 5. Materia o asunto de que se ocupa una ciencia o estudio. || 6. cosa.
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[11] asiento. (De asentar). m. Mueble para sentarse. || 2. Plaza en un vehículo, en un espectáculo público, etc. || 3. Lugar que tiene alguien en cualquier tribunal o junta. || 4. Sitio en que está o estuvo fundado un pueblo o un edificio. || 5. Parte inferior de las vasijas, de las botellas, etc. || 6. Pieza fija en la que descansa otra.
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[12] F. de Saussure, Curso de lingüística general, Editorial Artemisa S.A., (1985), México. Y M. C. Bobes Naves, La Semiótica como teoría lingüística, Editorial Gredos, (1979), Madrid.

[13] U. Eco, Tratado de Semiótica General, Editorial Nueva Imagen S. A., (1978), México.

[14] hermenéutico, ca. (Del gr. ρμηνευτικς). adj. Perteneciente o relativo a la hermenéutica. || 2. f. Arte de interpretar textos y especialmente el de interpretar los textos sagrados. || 3. Fil. En la filosofía de Hans-Georg Gadamer, teoría de la verdad y el método que expresa la universalización del fenómeno interpretativo desde la concreta y personal historicidad.
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[15] P. H. C. de Lawe, Famille et Habitation, CNRS, (1967), Paris.

[16] A. Rapoport, Aspectos humanos de la forma urbana, Ed. Gustavo Gili, (1978), Barcelona, 33-34.

[17] Ch. Alexander et. alt., Un Lenguaje de Patrones, Ed. Gustavo Gili, (1980), Barcelona, 569-571.