lunes, 13 de febrero de 2012

AL BORDE DEL FIN DEL MUNDO

Invocación por un FIN DEL MUNDO posible

Imagen Satelital del mundo










Mundo” es un concepto polisémico. En su primer sentido está ligado a una imagen que la humanidad ha introyectado tan radicalmente en su manera de ver la realidad que ya es difícil evitarla: el planeta Tierra, la esfera celeste que incluso ya la hemos visto desde el espacio exterior (ver imagen al costado). 
Esta acepción común, sin embargo no nos interesa por el momento. Otra acepción quizá derivada de la primera, hace referencia a una propiedad de la idea de mundo y está referida a la propiedad de totalidad subjetiva relacionada con la humanidad. Cuando en una expresión corriente decimos –todo el mundo ha refrendado el acuerdo de Kioto, menos Estados Unidos-, nos estamos refiriendo a la totalidad de países, etc. De la misma manera hay sentidos que se encaminan hacia la totalidad social o de grupo social y también hacia la totalidad espacial en su carácter de lugar. El lugar que habitamos o la nave en que viajamos por el universo. Todos estos sentidos para mundo emergieron de expresiones que aludían a alguna propiedad de las que surgen de los contextos en los que se presentan en dichas expresiones.
En el contexto filosófico, el origen de la categoría mundo viene del griego κόσμος (cosmos) y se refiere a la totalidad de las cosas creadas siempre vistas desde este mundo hacia el espacio exterior. Por eso es que también se lo entiende como universo, realidad, etc. Este carácter de exterioridad del mundo ha ocasionado como consecuencia una distinción entre exterioridad e interioridad por lo que podemos entender que existan, por un lado un mundo exterior y otro mundo interior porque mundo siempre está relacionado con un sujeto (individual o societal) y es a partir de ello que podemos justificar esa distinción. En algún momento en los diccionarios de filosofía encontramos para mundo un solo mundo; el mundo externo, aquel que se conforma fuera de nosotros es decir fuera de nuestra piel; y para el mundo interior han preferido caracterizarlo como mundo subjetivo interesando ya mucho menos a la ciencia, quizá tan sólo a psicólogos y psiquiatras.
Hay todavía otra acepción derivada de mundo que sí me interesa mencionar: la cosmovisión. Es la traducción del alemán de la palabra compuesta Weltanschauung que literalmente se debía traducir como la mirada sobre el mundo y que en términos más descriptivos se la entiende como las maneras de ver e interpretar el mundo. Como verán está en plural porque son varias y pueden ir desde las maneras en que cada cultura ve e interpreta el mundo hasta la manera en que cada individuo se hace una idea del mundo para él, naturalmente que siempre anclada en una cultura. Además hay cosmovisiones científicas, religiosas, artísticas y culturales radicalmente distintas entre sí. Entonces es un concepto objetivo-subjetivo y complejo en el que están reunidos no sólo lo que el mundo es, sino lo que creemos que es. En él participan conocimientos científicos, creencias religiosas, intuiciones artísticas y acuerdos culturales, todos ellos puestos en la misma caja y atravesados por un idioma pero también con palabras de otros idiomas como prestamos. Si bien este concepto es una categoría de la antropología cultural, hoy no podía estar en mejor situación cuando la filosofía decide comprometerse con la hermenéutica reconociendo la situación de interpretación generalizada en la que el pensamiento contemporáneo está ocupado y sobre todo para tratar el desafío que nos plantea el ingreso en el 2012 con la emergencia de un posible “fin del mundo”.
Entonces ¿qué hay que entender hoy por “fin del mundo”? por supuesto que no se trata de un final para el planeta Tierra como cuerpo celeste sólido relativamente, que gira alrededor del sol, puesto que no existe indicio desde la astronomía que esto vaya a suceder en el futuro próximo. No estamos exentos totalmente de peligros como asteroides que colisionen con la Tierra o alejamiento de la Luna a mayor velocidad de la que se aleja o erupciones solares mayores de las que están sucediendo en este período alto, etc. Este conjunto de opciones entre todas las posibles, es la más lejana para un posible fin del mundo pero no imposible puesto que todo acontecimiento en éste ámbito se rige por ciclos bastante regulares que estamos empezando a catalogar y entender. Pero como son tantos y diferentes entre sí, todavía no tenemos una visión total de todos ellos juntos y no sabemos todavía cómo se interrelacionan entre sí unos con otros y en qué medida se afectan mutuamente.
 El otro desencadenante de un posible fin del mundo son las acciones de uso, deterioro, y agresión insostenibles que ocasionan los modos de vida de la especie humana sobre el mundo. Aquí sí que hemos reunido mucha más información y estamos en la posibilidad de afirmar con mayor certeza que la dirección en la que vamos sólo nos lleva al suicidio colectivo de la especie humana y quizás de la vida en su conjunto sobre este planeta. Lo más sorprendente en la situación actual es que a pesar de estar totalmente conscientes de lo que ocasionamos seguimos en nuestra carrera desenfrenada hacia el precipicio exactamente como queriendo hacer realidad el mito de los ratones Lemming que nos hicieron creer que se suicidan colectivamente, si bien ellos instintivamente, para salvar a la especie, nosotros con todo el conocimiento acumulado y con premeditación y alevosía para verdaderamente suicidarnos, como dirían los abogados.
¿Cuál es el núcleo del problema? Primero, el problema se sitúa en las ideas que rigen nuestras maneras de pensar y de actuar; nuestra cosmovisión y que también está referido a los paradigmas,  aquel conjunto de ideas y  normas implícitas que determinan nuestra manera de ver el mundo y de resolver problemas y que como no son visibles ni están explicitas, son muy difíciles de cambiar. El otro problema grave es el divorcio cada vez más grave entre los que gobiernan los países, los que toman decisiones en las grandes empresas, los que dirigen o deciden las grandes políticas mundiales de las finanzas, los mercados, las armas, las maquinarias de guerra, la propaganda y publicidad y frente a ellos los pueblos y sociedades que no tienen más remedio que seguir trabajando (los que todavía tienen trabajo, claro) y luchando por proteger sus derechos y su supervivencia cotidiana y tratando de protegerse de las manipulaciones y coacciones a las que están sometidos permanentemente todos cuando deciden algo tan simple como comprar un producto o elegir un medio de transporte para desplazarse.
Si bien ya sabemos, con algún grado elevado de certeza que nuestras ideas y acciones nos están llevando a un fin del mundo en forma cada vez más acelerada, la sociedad humana ha construido unos mecanismos y maquinarias de funcionamiento y de ideas y pensamiento tan entreveradas entre sí y tan complejas donde los que pueden cambiarlas no quieren cambiarlas y otros que de buena gana las cambiarían no pueden o no saben cómo hacerlo. Entonces no tenemos manera de cambiar el rumbo en el nos han embarcado estos sistemas perversos. El fin del mundo es un hecho previsible y nos encaminamos directamente hacia él y no queremos hacer nada para cambiar de rumbo. La única posibilidad de que la humanidad cambie su pensamiento y los sistemas perversos que ha instalado y la manera destructiva de habitar este planeta tiene que venir de fuera de la humanidad.
Ya hemos mencionado al principio que la primera opción tiene un grado de probabilidad bajo pero no imposible. La segunda posibilidad de que la humanidad misma cambie sus ideas y sistemas de pensamiento y de administración y distribución de los recursos limitados en un sistema capitalista es poco menos que imposible. La única esperanza que nos queda es que el cambio venga forzado y obligatorio desde el entorno, desde el mundo desde la naturaleza misma y nos dé una sacudida de tal envergadura que no nos quede más remedio que cambiar nuestra manera de ver, de pensar y de actuar sobre la realidad que cambió. Teóricamente tiene un grado de posibilidad mayor y más efectivo. Algunos indicios ya se están vislumbrando. Calentamiento global, cambios drásticos del clima, elevación de los mares, extinción masiva de especies, fin de un ciclo largo del tiempo de relativa estabilidad en los componentes del entorno natural y comienzo de otro que desconocemos cómo será.
Entonces podemos concluir, después de este apretado planteo de los enunciados mínimos para dibujar un escenario futuro posible, que el fin del mundo es previsible como desemboque de la situación actual. Lo que no podemos saber con certeza es si será gradual por acabamiento o será intempestivo. Si es gradual no ocurrirá el 21 de diciembre del año en curso. Todavía tenemos que presenciar en el instante y a todo color, muchas más atrocidades que la humanidad cometerá tanto contra sí misma como contra la naturaleza. Si ocurriera intempestivamente será decisión de  la Pacha Mama en cuanto colmemos su paciencia y decida acabar con todo este despropósito al que hemos llegado hasta ahora. Ya no merece que la invoquemos para calmar su furia, ni nos esmeremos en los rituales que animen su compasión, sino esta vez, para que nos ayude a terminar, de una vez y para siempre con este descalabro que hemos ocasionado y esperando que después la humanidad (los que sobrevivan) elaborará una cultura distinta más mundana con nuevos valores sólidamente conectados con la naturaleza y el cosmos. Es lo mejor para todos. 
¡Que así sea!