domingo, 15 de mayo de 2011

La Epísteme desde lo multicultural

El acuerdo nacional de la caracterización de nuestro país como “Estado Plurinacional”, con la incorporación de amplios sectores diversos de varias nacionalidades que no se los tomaba en cuenta antes, aunque ya existían, empiezan a ocasionar transformaciones estructurales y operativas sustanciales en la vida de nuestro país. Una de ellas es, sin duda, la producción de conocimientos que si antes era poca, hoy se sigue efectuando de la misma forma que antes sin haber reflexionado en qué medida debería cambiar.

La entrada que van a leer aborda un solo aspecto de esta problemática: la relación sujeto que quiere conocer, y objeto por conocer.

Esta relación ha tenido una larga historia que se la puede resumir en las tres tendencias actuales con las que se puede pensar la práctica de la producción de conocimientos, nítidamente planteadas por Pedro Luis Sotolongo [1] en “Tres tratamientos de la figura epistemológica clásica de la relación sujeto – objeto”, de donde rescataré los aspectos más destacados de las tendencias y propondré una caracterización que pretenda responder a nuestra particular demanda actual en relación al tema de manera más específica y, como verán después paradójicamente, mucho más general.

Las tendencias son las siguientes:
PRIMERA: Gnoseológica en la que el objeto es “re-presentado” (vuelto a presentar) sin que la acción del sujeto incida en esta relación. Se la denomina “objetividad”. Pedro Luis dibuja esta relación desconectando al sujeto de la relación de la siguiente manera:
                                                        \ | /
OBJETO - - - - - - - - - - - - - - - - - -     - - - -(SUJETO)
                                                        / | \

El papel del sujeto queda reducido a la fijación de las condiciones iniciales y “de frontera” del objeto cognitivo para su indagación o experimentación.

SEGUNDA: Fenomenológica en la que se establecen las instancias responsables en la conciencia del sujeto (acción intencional) sin la incidencia aparente del objeto. Equivale, dice Pedro Luis, a “desconectar” al objeto de la relación misma:
                           \ | /
(OBJETO) - - - -    - - - - - - - - - - - - - - -  - - - SUJETO
                           / | \

El papel del objeto queda reducido al de un “fenómeno de conciencia” susceptible de sufrir un proceso de “constitución” como una unidad de sentido cognitivo, valorativo o praxiológico en esa conciencia del sujeto.

TERCERA: Hermenéutica (de la interpretación de sentidos desde “la otredad”), en la cual se penetra desde el interior en esa relación sujeto-objeto. Aquí se considera al sujeto inmerso, como parte integrante, en una totalidad cuya otra u otras partes puede conocer, valorar y/o transformar prácticamente como “objeto” de cognición, de valoración y/o de transformación práctica, respectivamente, sin dejar de pertenecer a ella. A ésta se denomina “circularidad hermenéutica objetividad-subjetividad”. Esta tendencia nos propone no “desconectar” ni al sujeto ni al objeto de la relación epistemológica:

OBJETO - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - SUJETO

El sujeto, en este caso, puede asumir reiterativamente, un papel activo como agente constituyente o un papel pasivo como paciente constituido y al objeto, de igual manera, como condicionante y constituyente o como condicionado y constituido.

Para la mencionada “penetración desde una otredad en el interior” se necesita acceder a ella desde una instancia mediadora que los contenga a ambos. Pedro Luis la entiende como el resultado de la praxis humana en los diferentes contextos concretos, conjugadora de objetividades y subjetividades del cotidiano de los hombres sociales y que en última instancia, las figuras expuestas son reducciones a posteriori, con determinado grado de abstracción, de las condiciones de la praxis vital. 

Demás está decir que en lo que sigue del documento, Pedro Luis nos va mostrando las ventajas e inconvenientes de utilizar una sola de estas dos primeras tendencias y cómo la tercera nos proporciona mayoras posibilidades en dos direcciones el acceder a un saber contextualizado desde uno de los términos hacia la totalidad o aspecto de ella y la otra hacia la comprensión de los sentidos contextuales respectivos de las diferentes situaciones y las condiciones de posibilidad del surgimiento, mantenimiento y transformaciones posibles de la praxis social.

Mi preocupación actual no va tanto en cómo comprender más y poder utilizar mejor alguna de las figuras planteadas que de todas maneras se seguirán utilizando en contextos que aceptan de alguna manera los desarrollos que occidente ha logrado, sino en el contexto propio donde la participación del otro es protagónica con una cosmovisión diferente. Entonces no cabe sino preguntarse ¿en qué medida la tercera opción (la tendencia Hermenéutica) se podrá acomodar a nuestros requerimientos actuales o deberá transformarse?

Comencemos de inicio preguntándonos cuales son los componentes y las relaciones que debemos tomar en cuenta en el proceso de comprensión de la realidad nuestra para la producción de conocimientos y saberes válidos que contribuyan para el desarrollo de construcción del nuevo estado plurinacional?

Obviamente que sujeto y objeto deberán participar de inicio. Si yo me ubico en éste momento en el rol de epistemólogo que trata de comprender cómo debe ser la figura epistémica para este acontecimiento, entonces deberá incluirse a un observador externo que analiza e interpreta la relación sujeto-objeto produciendo unos enunciados que son los que estoy escribiendo ahora. Aunque éste último siempre ha estado implícito cuando se refiere a instancias epistemológicas, no se lo ha incorporado en la figura nunca. En la condición que me propongo resolver creo que es imprescindible que aparezca puesto que es precisamente en esa relación que podrá aparecer cualquier modificación de la figura, tratada epistemológicamente.

Por otro lado tampoco hay que pasar por alto sin aclarar quién es el sujeto de la relación. Podemos decir que será habitualmente un investigador que tiene la intención de conocer un objeto (x) que ha sido escogido por él de entre los “objetos de estudio” que siempre estarán ubicados en algún o algunos campos disciplinares de alguna de las disciplinas o ciencias que ya los han delimitado de antemano, por categorías o conceptos e incluso ideas, o que son susceptibles de construirse, siempre en relación con ellas. Entonces el investigador es un sujeto espacial y temporalmente ubicado (por ejemplo: Leonardo de Vinci durante el Renacimiento) que pretende elaborar conocimiento de acuerdo a determinadas normas y procedimientos para que ellos sean válidos. Si somos fieles a la tercera tendencia podríamos aún decir que no es un investigador común. Es un intérprete, un hermeneuta que pretende comprender la realidad. No uso “conocer la realidad” porque eso ya lo hace la ciencia. Uso comprender porque es una visión inclusiva de la mayor cantidad posible de componentes y relaciones, entre otras, la del Otro y su mirada; y la interpretación está en una situación intermedia entre la realidad holótica y las abstracciones conceptuales y teóricas de la ciencia; se podría decir que constituirá una “hermenéutica analógica” a la manera en que Mauricio Beuchot [2] la sugiere.

Si este sujeto-investigador, representante de cualquiera de las nacionalidades del país, formado por la academia, toma un objeto de estudio de los ya establecidos y le aplica los procedimientos ya establecidos bajo un enfoque hermenéutico como el descrito al principio, obtendrá los resultados esperados y ya no necesitamos de nada más y aquí podría concluir este trabajo.

¿Qué sucede en un país con muchas nacionalidades y culturas en relación al conocimiento y al objeto de conocimiento? Sucede que sólo una de las nacionalidades, es decir la nuestra, que ha sido la dominante y numéricamente minoritaria y es la que participa de la visión del mundo que occidente nos impone, es la que trata estos problemas, los analiza y discute. Las otras nacionalidades o bien han sido ignoradas o a duras penas, algún representante ha tratado de incorporarse o mimetizarse en la aventura del conocimiento y la investigación pero nunca del todo porque siempre han estado con un pié en occidente y el otro en su propia cultura. Entonces, si bien se reconoce que la tendencia hermenéutica pretende “interpretar los sentidos de la realidad desde la otredad”, sin embargo en la figura citada no aparece el Otro como componente imprescindible de la relación porque aparentemente no lo tomamos muy en serio. Claro, podríamos argumentar que el Otro participa con lo que dice o hace y no necesita participar personalmente. La condición de la incorporación de la otredad en la interpretación es requisito ineludible puesto que se postula que lo que resulta del proceso, solo emerge desde, con y para el Otro, es decir con lo que el otro me puede hacer “ver”, y con esa visión que, tengo que confrontar con la mía para resolver las asimetrías y diferencias en la interpretación resultante. Esto abre campos problemáticos muy diverso y complejos que no los vamos a desmenuzar aquí, pero por lo menos servirá para justificar y situar al Otro al otro costado del objeto en la figura, con legítimo derecho, y mejor si es otro pleno y no otro a medias. Porque este Otro no aspira al conocimiento como lo entendemos en occidente, sino que, produce saberes necesarios y suficientes para su vida, que exceden el conocimiento proveniente de la ciencia de occidente y el sentido que tiene también es diferente. No se dirige a “dominar”, a controlar, a la explotación y depredación de la naturaleza, sino a la convivencia en paz con la naturaleza como parte de ella.

En relación al “objeto de conocimiento” sucede lo mismo. Pongamos el caso que el Otro habla otro idioma y en ese idioma no existe una palabra que signifique el contenido de la palabra que en mi idioma contiene al objeto de estudio, entonces mi objeto de estudio no existe para el otro. ¿Cómo lo hago participar en el proceso de investigación de algo que para él no existe en su mundo? Pero más importante aún es que la investigación científica en occidente ha sido capaz de hacer investigación abstrayendo al objeto de estudio de su entorno de su medio, descontextualizándolo con pretensión de universalidad. Hoy sabemos que esto no puede seguir así y todo gracias a una ciencia que incorpora como componente de su objeto al medio ambiente: cuyo objeto son los ecosistemas. 

Si bien la hermenéutica reconoce que el sentido proviene del contexto, del entorno sin embargo, tampoco aparece en la figura anterior. Es que las cosas no están flotando en el aire y yo las pueda tomar para estudiarlas así, siempre están en algún lugar y en ese lugar establecen determinadas relaciones con las otras cosas y con el medio. Entonces ya no se puede seguir hablando de objetos a secas. Es imprescindible considerar al objeto como una unidad compuesta del objeto propiamente tal, y su entorno inmediato. Esto es muy fácil de representar. Basta con envolver con una línea a la clase constituida por objeto y entorno inmediato. La ecología habla de nicho ecológico pero reconoce en otra escala mayor al medio ambiente en el que ese nicho se aloja. Ya se trate de nicho o de medio ambiente o de ambos dependerá del objeto y de las relaciones que reconozcamos con el objeto para comprenderlo como unidad y como totalidad; como objeto de conocimiento, o mejor, de interpretación y comprensión. Humberto Maturana [3] prefiere utilizar la noción de “entidad” para referirse a objetos de la biología y de las neurociencias, y de nicho para su entorno inmediato puesto que para el observador el nicho es todo con lo que se puede relacionar la entidad sin pérdida de su identidad. De ahí que toda entidad es entidad-nicho como unidad de relaciones.

La teoría de los campos nos proporciona ya una mirada estructurada en ese sentido. Define un campo como ámbito real o imaginario propio de una actividad. Su contenido son las cosas que hay, el tamaño y la disposición de las cosas en el campo que lo limita y lo cierra. Reconoce que un campo se constituye a partir de la/las cosas que están en él de tal manera que en su organización podemos reconocer un centro que por proximidad arma un primer plano que podemos diferenciar de un fondo donde las otras constituye el dominio de lo demás por alejamiento. Aquellas se articulan con el primer plano por destacamiento de este sobre el fondo de lo demás. Pero también hay cosas que no pertenecen ni al primer plano ni al fondo. Quedan en la periferia del grupo como una zona variable de lo indefinido. La línea que bordea la totalidad del campo, que determina lo que positivamente abarca el campo como momento del mismo y determina un panorama como totalidad es el horizonte. El horizonte marca aquello que queda fuera del campo. El puro fuera es lo no definido. El campo es variable por amplificación o por retracción. La amplitud es el modo mismo de su unidad campal. Es el desplazamiento del horizonte. Las variaciones se dan por reorganización interna. Por último el campo es intrínseco a las cosas; son cosas-campo, ofrece un panorama de realidades, es abierto en si mismo e ilimitado. [4]

La relación originaria entre sujeto y objeto se ha convertido en una trama compleja de múltiples relaciones que por su cantidad y complejidad ya no las podemos manejar con el entendimiento racional, el pensamiento lineal-secuencial se desborda, queda paralizado. ¿Cómo podemos realizar una interpretación-comprensión consistente de esa entidad con semejante cantidad y complejidad de insumos a considerar?

Naturalmente que debemos recurrir a otras facultades ya instaladas en nuestro cerebro pero muy poco ejercitadas y muy desprestigiadas hasta hace poco por el pensamiento occidental y las prácticas académicas en la producción del conocimiento. Me refiero al otro hemisferio, al hemisferio derecho, a la “inteligencia espacial”, al “pensamiento lateral”, a la “intuición”, a la “creatividad”, a la “inteligencia kinestésica”, a la “inteligencia emocional”, a las “intuiciones formales” que provienen de los “a priori sintéticos” reconocidos por Kant, a aquello que los músicos de jazz utilizan cuando hacen improvisación, etc. Claro estas son piezas de un rompecabezas que no hemos ni empezado a armar pero que nos proporcionan algunos componentes de un tipo de pensamiento distinto, radicalmente otro, quizás hasta podría aventurar a balbucear: un pensamiento matríztico [5] distinto y opuesto al pensamiento patriarcal soberano que ha reinado en las instituciones que se han apoderado de la producción del conocimiento lo atesoran y lo comercializan.

Veamos ahora en qué queda la figura resultante de la clásica relación sujeto-objeto en la tendencia hermenéutica en un entorno multicultural y hagamos un resumen:

Figura Epistémica de elaboración propia

El sujeto se ha convertido en uno o en dos sujetos. Si son dos, hemos sugerido diferenciar al Hermenéuta Intérprete del Observador Externo o Epistemólogo cuya tarea es observar y reflexionar la totalidad del proceso desde afuera. Si es uno sólo, que es lo más recomendable, además de realizar el proceso de interpretación y comprensión, debe pensar el proceso epistemológicamente, es decir desde la filosofía.


El objeto se puede conformar de dos maneras: ya sea que el objeto incluya al Otro y a la Entidad-Nicho como una unidad en ese caso, el nicho los abarca a ambos, al Otro y a la Entidad/es y es la modalidad que utilizan los etnógrafos para comprender una cultura. En el otro caso, el objeto se conforma como unidad entre Entidad y Nicho con la participación del Otro externa pero constante, puesto que es la visión del Otro lo que nos interesa y con el que hay que negociar el dominio cognoscitivo.

La inclusión imprescindible de “Otro” se justifica ontológicamente por el reconocimiento y aceptación de la diversidad en todos los sentidos. Si es de género se presenta entre la mirada masculina y la femenina y/o homosexual/lésbica respectivamente. Si es cultural, entre mi visión del mundo y la visión del Otro. Si es social, entre el comportamiento de mi grupo con el comportamiento del otro grupo/clase social/estrato social/tribu urbana/pandilla/etnia, etc., etc., etc. Hay que advertir que no es conveniente atrincherarse en el pensamiento crítico si queremos comprender al Otro. Así como fue imprescindible para la etnología despojarse del etnocentrismo en los estudios culturales, así es necesario postergar la crítica para después de haber comprendido verdaderamente al Otro. De otra manera la hermenéutica no funciona y podemos seguir produciendo conocimiento unilateral, patrístico y soberbio.

Las relaciones entre componentes han sido graficadas de la siguiente manera:

Cualquier cosa que se diga de la realidad es dicha por un Intérprete en un Discurso de interpretación. El sentido que emerge del discurso, emerge del contexto y de la habilidad del intérprete en la enunciación. Por eso es comprensivo. El intérprete se enfrenta a la realidad que es total y en ella puede reconocer componentes de todo tipo por los términos que la han recortado. 

Hay dos operaciones inmediatas: la implícita por el idioma en la denominación, y la constructiva que arma o identifica grupos, clases o unidades y sus componentes y relaciones. Hemos acordado que el llamado “objeto” es, en realidad una unidad compuesta de una entidad en un nicho determinado, en un entorno o medio más general en el que, se podrá seleccionar con qué y hasta donde llegar. 

También hemos acordado que el intérprete para construir un objeto de estudio tiene que considerar la denominación y agrupación que realiza un Otro en el interior de ese medio y según su propia visión de esa realidad. Y para hacerlo tiene que concertar con el Otro un dominio cognoscitivo en común que permitirá una con-formación del objeto de estudio y del proceso de aprehensión de la realidad en común. 

La pretensión del Otro no es el conocimiento de la realidad. Lo que el construye son saberes holóticos y vivenciales en la realidad que vive y estos se manifiestan, por un lado en comportamientos y por otro en relatos en multi-niveles: míticos, cotidianos, rituales, ceremoniales, danzantes, festivos, etc. 

En relación al objeto que queremos con-formar, el Otro nos muestra también una denominación del objeto en su idioma que puede o no coincidir en amplitud y recorte con nuestra denominación. 

Pero lo más importante es comprender en qué jerarquía valorativa se ubica el objeto en relación a las demás cosas que integran su mundo y sistematiza su cultura. Puesto que él sólo considera objetos que sean unidades culturales reconocidas y jerarquizadas en el sistema cultural propio.

Este procedimiento complejo que da como resultado una interpretación co-participante entre el hermeneuta y el Otro o el relato del Otro podrá ser tomado como “caso” y la tarea del epistemólogo será la de resolver cómo se produce “conocimiento“ y la pertinencia, y validez que tenga para la ciencia o la disciplina que lo pretenda.

Referencias

[2] BEUCHOT, Mauricio, Puentes hermenéuticos hacia las humanidades y la cultura,Ediciones Eón/Universidad         Iberoamericana, México, 2006.
BEUCHOT, Mauricio, Interculturalidad y derechos humanos, Siglo XXI/UNAM, México, 2005.
BEUCHOT, Mauricio, Derechos humanos. Historia y filosofía, Fontamara, México, 2001, 2a. ed.
[3] MATURANA,Humberto, La Realidad: Objetiva o Construida? Vol II Ed. Anthropos, 1996.
[4] ZUBIRI Xavier, Inteligencia Sentiente, Ed. Tecnos, Madrid, 2004.