Una algarabía intempestiva me hizo saltar de mi escritorio para asomarme a la ventana del tercer piso y averiguar de qué se trataba. Todos los niños de primaria, de la escuela del frente salían al recreo a una cancha de básquet pavimentada que podía observar casi en su totalidad porque estaba pegada a la calle y sólo un muro ciego de cárcel la separaba de la calle. Lo sorprendente era que, en cuanto sonaba el timbre del recreo, todos a la vez y gritando, salían a dicha cancha y la ocupaban casi completamente. El estruendo duraba diez o quince minutos y luego sonaba el timbre de nuevo para que retornen a clases de nuevo. Claro que el retorno no era de la misma forma. Ya sospecharán que no lo hacían de buena gana y tardaban mucho más en apagarse sus voces desenfrenadas. Había que obligarlos y lo hacían por medio de otras voces, enérgicas y de mayores que gritaban órdenes de mando y salían provistos de unos palos para arrearlos a sus cursos porque siempre había algunos que rompían el cerco y volvían a correr desenfrenados por la cancha tratando de robarle algunos minutos a las clases siguientes.
Un día, después de habituarme a las interrupciones auditivas que nunca pasaban desapercibidas, me pongo a mirar la cancha sin mirar nada puntualmente sino tratando de percibir la totalidad que no parecía tener ningún orden. Era una masa bulliciosa repleta de niños y niñas donde había aquellos que conversaban a los gritos y otros que corrían entre medio de los que conversaban. Cuando me fijo un poco más los que corrían en realidad lo hacían detrás de una pelota. Y había muchas pelotas de futbol que se deslizaban por el piso y saltaban por encima de la multitud de rato en rato. Había equipos de futbol en pleno partido en medio de la multitud. Pero no dos, sino muchos. Los arcos de cada par de equipos, formados por chompas u otros objetos a la mano, estaban alineados en el perímetro de la cancha, uno al lado de otro. No sólo se jugaba en una sola dirección, sino en todas. Hacer goles era muy difícil así que el grito: gooool!!!!!, casi no se escuchaba.
Cuando descubrí el juego simultáneo de partidos de futbol en una sola cancha, en medio de estudiantes que no juegan ni espectadores que se emocionen con el partido, no pude dejar de compartir este acontecimiento insólito con mis colegas del Instituto de Investigación de la Facultad. Recuerdo que pasamos algunos días comentando el asunto porque siempre aparecía algo nuevo que comentar. Para mí se convirtió en la demostración de cómo es posible en medio de lo informe crear un mundo, un orden que sólo tiene sentido para los que comparten las reglas, los códigos que le otorgan el sentido y la existencia. Mientras unos hablan de caos, otros podremos tratar de desentrañar algún sentido a las cosas sobre todo en sociedades multiculturales y abigarradas como la nuestra.
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